viernes, febrero 08, 2008

Sin titulo I

Mi deseo de escribir en el blog se ha visto seriamente minado últimamente, ya todos saben que yo casi siempre escribo de vivencias personales, pero últimamente no ha pasado nada interesante en mi vida (a excepción de la marcha del 4 de Febrero, de la cual ya han hablado en otros blogs de manera mas extensa y mucho mas vivencial de lo que yo puedo hacerlo, de paso, les recomiendo que visiten La Stulta Viro v.5.1). El resto del tiempo que dedico a estar frente a la pantalla, lo he invertido en mi proyecto de libro y uno que otro juego.

Así, que sin más preámbulos, los dejo con una parte de mi libro.

Las Palabras Invisibles y otros cuentos para dormir.
Sesión N° 4
“Sorpresas: Volumen II”


Llegue a la casa algo cansado, no del trayecto sino de tanto pensar y de tanto darle vueltas al asunto. Unos cuantos platos sucios descansaban al lado de la estufa y me recordaron que no había comido nada desde el desayuno, luego de lavarlos abrí la nevera intentando descifrar que era lo que iba a cenar. Era un paisaje totalmente diferente a lo que estaba acostumbrado, la nevera estaba casi llena, había unas cuantas cervezas y una botella de gaseosa, tomates, cebollas, huevos, carne, paquetes de salchichas, jamón, queso, y muchas otras cosas más.

Ingrid había hecho mercado y eso resolvía el misterio del asalto a mi billetera, pero aun así, no había sacado lo suficiente para esa compra. En ese preciso momento, dos segundos después de revisar mi billetera de nuevo, salí corriendo a toda la velocidad que me daban mis piernas, no era que hubiese olvidado algo, no, todo lo contrario, había recordado algo, había caído en cuenta de que no había visto a Victor en 2 días.
¿Y quién es Víctor? Pues simplemente mi alcancía de barro con forma marranito, regalo de una amiga que había viajado a uno de esos pueblitos boyacenses en donde hacen materas, chivitas, vasijas, y por supuesto: Alcancías con forma de marranito.
Le había puesto Víctor por un amigo que era de grandes proporciones y solo le metía monedas de $500; Víctor (el marranito) era una alcancía grande, inusualmente grande, no como esas que venden en los viveros, era tan ancha como mi amigo (en proporciones de un marranito) y tan alta que sobrepasaba con creces mi tobillo, tenia colita y todo, y por debajo tenia un tapón por donde sacar las monedas en caso de no querer romperla. Tenía 2 años llenándola sagradamente (muchos dirán que en 2 años ya estaría llena, pero recuerden que la vida de estudiante esta llena de trabajos impresos y fotocopias de libros). En todo caso, cuando llegue al cuarto la vi completita, pero al levantarla sentí que había perdido mucho peso, por ahí un 30%, así que en términos de monedas de $500 estábamos hablando de una buena cantidad.

Ese dinero no tenia un fin como tal, solo la estaba llenado para darle uso a Víctor y solo un par de veces pensé en sacar las monedas por la curiosidad de saber cuanto tenia ahorrado, pero eso le quitaba emoción al asunto. En todo caso, ya el mercado estaba hecho y con tanta hambre lo único que podía hacer era darle uso.

Mientras cocinaba sonó el teléfono.

- Alo.
- Si buenas, para pedir una pizza.

Era Leidy, una ex novia de cuando era niño, aunque ninguna relación de cuando uno es niño cuenta, no hay nada de nada, unos cuantos besos con los ojos bien cerrados y varias salidas a caminar agarrados de la mano. Siempre mantuve contacto con ella (casi siempre por e-mail) a pesar del tiempo y la distancia.

- Hola Leidy - conteste un poco distraído mientras calculaba el volumen del fuego –
- Por fin lo encuentro en la casa ¿Qué cuenta?
- Nada nuevo. Esto si es un milagro. Hace mucho que no sabia de usted.
- Si, también caí en cuenta de ello, lo he llamado, pero nunca esta.
- Si, la U me ha tenido esclavizado un poco. ¿Cómo están los niños?
- Bien, grandes, lindos e inteligentes.
- Iguales a la mamá... ¿Dónde anda?
- Trabajando, pero estaba tan aburrida que decidí parar un rato para llamarlo.

Leidy trabaja en Nueva York, se fue de Colombia justo después de casarse, pero estando hallá las cosas solo funcionaron durante un tiempo, es una mujer hermosa y sensual, tiene dos niños y una forma de ser tan espectacular como única. Desafortunadamente el esposo era de esos típicos gringos que solo son animados y de ambiente familiar mientras conquistan a una linda latinoamericana, después de eso se volvió un hombre frió. Ella intento recuperar su matrimonio, pero el no se la dejo fácil, ya cansada decidió cortar el peso muerto que el representaba y salir adelante, inicio como asistente en una empresa y ahora es socia. Siempre estuve un poco enamorado de ella, pero la vida (y mi condición de 'pelota humana' en cuestiones del amor) decidió darnos caminos diferentes. En todo caso, aunque al principio las cosas se le pusieron difíciles, todo salio bien para ella, y estoy feliz por ello.

- ¿Y no le dicen nada por hacer llamadas a Colombia desde ahí?
- No, y aunque quieran no se atreven: Me tienen miedo.
- Hmmm… ¿Ya mostró el mal genio de los santandereanos?
- Más o menos. Hace rato. ¿Y que? ¿Cómo esta la novia?
- ¿Cómo sabia que tengo novia?
- No sabia, pero ya ha pasado tiempo desde que ella… bueno… ya me entiende. En todo caso, pregunte y le atine, me alegra.
- Si, yo se. Pero bueno, déjeme y me preparo para el interrogatorio.
- No es un interrogatorio, digamos que solo es el interés de una amiga en el bienestar de su amigo. – risas - ¿Y como se llama?
- Ingrid. Se llama Ingrid, es joven, ojos oscuros, cabello negro, blanquita, algo bajita, delgada, tiene un cintura casi como la suya y es rara.
- Yo solo que pensaba preguntarle el nombre y si era bonita. Pero bueno… ¿Cómo es eso de rara?
- Rara, enigmática, interesante, única.
- En otras palabras: No sabe un culo de ella.
- Ni mierda… Apenas llevamos unos días.
- Pero bueno, es un cambio. ¿Y la quiere?
- Si, la quiero.

Mierda. Lo dije muy rápido y eso me dejo fuera de base. Sentía que quería a Ingrid y eso no me lo esperaba.

...