sábado, abril 12, 2008

Cuento corto: Veronica.

Estaba mamado... Simplemente mamado. El día no había rendido nada y el nuevo jefe no hacia otra cosa que preguntarme por mil asuntos... Siempre con ese tonito desafiante y despectivo que al parecer tienen muchos jefes.

Fue en ese momento en que pensé en Verónica, pero no fue por que la extrañara (aunque lo hago), pensé en ella por que ha sido la única persona capaz de decirle de frente a anterior jefe que era un patán, un holgazán, y la persona más estúpida que había en la compañía.

Verónica era la integrante mas joven de todo el piso, tendría unos 23 años por mucho, era hermosa, pero sobre todo: era muy inteligente. Siempre cumplía y casi nunca se retrasaba en entregar los trabajos, y eso ya era decir mucho, en esta empresa todo tiene un nivel de importancia tan alto y las fechas son tan ajustadas, que es muy difícil cumplir con ellas; pero ella lo hacia, y todo sin quejarse. Es mas, creo que nunca la escuche quejarse del trabajo, ni siquiera cuando eran las 10 de la noche del sábado.

Recuerdo cuando la conocí, llego algo insegura, pero solo eran los nervios del primer día en la oficina, 1 semana después todos en el piso ya la consideraban parte del equipo, hasta la consentían, y por tener una cara muy bonita, siempre recibía halagos, despertando en otras compañeras (ya mayorcitas) algo de envidia.

También recordé el día en que nos sentamos juntos a almorzar, hablamos de nuestras familias y de lo que hacíamos antes de llegar a nuestros actuales puestos. Éramos mundos muy diferentes, yo no supe que era el trabajo hasta que me gradué, ella por su lado llevaba trabajando desde que tenia 13 años, quizás por eso valoraba tanto la oportunidad que se le había dado, y estoy seguro de que por ello se esforzaba en cumplir con sus deberes; realmente la admiraba en varios sentidos.

Una vez sin querer nos chocamos en el pasillo y por accidente roce sus senos, hasta ese momento no los había notado, al decir verdad, nunca había detallado el cuerpo de Verónica hasta ese día, era algo gordita, pero no mucho, tenia unos hermosos ojos color almendra que combinaban a la perfección con su brillante cabello largo y con su tez trigueña. Unas caderas anchas, pero que se fundían con una cintura delicada y que desde ese día nunca mas pasaron desapercibidas.

Recuerdo el día en que por estar enferma, no pudo trabajar como siempre lo hacia, se retraso en las fechas de entrega y entrego un informe algo incompleto, y por ello el jefe se molesto, mas de lo usual, a todos los sorprendió la forma en la que la trato, pero nos sorprendió mas aun la forma en que Verónica guardo silencio y pidió disculpas.

Desde ese entonces el jefe no dejo de tratarla o hacerla sentir mal o de hacer algún comentario sobre como ella era la causa de ciertas fallas en la compañía, y ella solo callaba, solo pedía disculpas.

Los gritos del nuevo jefe me sacaron de mis recuerdos, un folder cayo fuertemente sobre mi escritorio y luego mi jefe salió por la puerta lanzando improperios al aire mientras atravesaba la línea de cubículos que rodeaban mi estación, en ese momento volví a recordar a Verónica, recordé la ultima vez que la vi, justo después de que el jefe anterior la insultara por algo que ni siquiera era culpa de ella, la trato muy mal y ella solo le dijo que era un patán, un holgazán, y la persona mas estúpida que había en la compañía, recuerdo con claridad sus ojos almendrados llenos de ira y lagrimas, su cuerpo tenso y algo tembloroso, el vestido tipo traje de color café algo arrugado, su pecho agitado por la respiración, sus dulces labios articulando una mueca rígida mientras reía con algo de locura, mientras que con su mano derecha apretaba repetidamente el gatillo de un revolver; 7 balas atravesaron el cuerpo del jefe, todos vimos como ocurrió, todos vimos como caía el cuerpo lentamente con los ojos abiertos de par en par sin poder reaccionar mientras Verónica solamente sonreía, luego se acerco a el cuerpo del jefe que aun respiraba entre ligeras convulsiones provocadas por el dolor y levanto el arma de nuevo, disparando una ultima bala a la cabeza del jefe mientras con una voz muy suave decía “Renuncio”.

Se fue caminando, nadie hizo nada para detenerla. Esa fue la ultima vez que supe de Verónica.

Aun escuchaba al nuevo jefe alejándose, lanzando al aire toda clase de insultos y amenazando con despedir a todo el mundo. No me importa en lo absoluto, creo que esta tarde voy a comprar un revolver.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dos requisitos se necesitan para ser el empleado modelo: paciencia conventual y dignidad de caucho.

Saludos...